Estados Unidos correría el riesgo de un conflicto muy peligroso, incluso una Guerra Fría, con China al apoyar abiertamente a un Taiwán independiente.
Las economías de América del Norte, Europa, Australia, India y China se han interconectado. Esta es una cosa muy buena. La guerra se vuelve menos útil, menos pensable, si significa arriesgar los medios de vida de las personas en cien países, no solo en uno o dos.
La desventaja es que los “países” regionales que buscan sus propias identidades independientes pueden perder la esperanza. ¿Cuánta esperanza tiene Cataluña? ¿Cuánto tiene el Tíbet? ¿Kurdistán?
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Probablemente pasará un siglo antes de que las grandes potencias descubran cómo cambiar las fronteras de las unidades políticas independientes para dar autonomía a las personas sin amenazar su percepción del poder. La paciencia es difícil, pero en este momento de la historia, el juego largo es el único juego que podemos jugar fructíferamente.