A veces se necesita una mirada más sofisticada para comprender la complejidad de la libertad de expresión. No es un tema para niños. Se necesita cierta familiaridad con los matices y la capacidad de separar las cosas que no nos gustan o con las que no estamos de acuerdo de las cosas que dañan a otros al decirlas. Es curioso que aquellos que a menudo lloran por las consecuencias de su propio discurso divisivo, a menudo odioso, sean tan rápidos en callar las voces de aquellos con quienes no están de acuerdo. No tienen vergüenza por su propia hipocresía. Se burlan y señalan a otros que los llaman copos de nieve especiales, luego lloran como niños pequeños que se mojan los pantalones en público cuando se señala la ignorancia de su odio proclamado en voz alta. Al no ser lo suficientemente “hombre” como para defender defensivamente sus posiciones mal consideradas, gritan: “¡Cuck!” Y se ríen como cerdos que acaban de encender su propia flatulencia. No tienen vergüenza por su hipocresía. No les preocupa su propia precisión
Son mezquinos y resentidos. Los negros tomaron sus impuestos, los picos tomaron sus trabajos y los jodidos maricones tomaron su virilidad. La culpa emana de ellos como un hedor y la responsabilidad no se ve por ningún lado. Si no pueden tener todo el pastel, entonces nadie recibirá ninguno. Una vez que fueron hombres blancos y eso fue suficiente. Todo lo que tenían que hacer era ser buenos sapos y votar por los hombres gordos y blancos que les estaban dando tan buen contacto que apenas sabían que estaban siendo follados. Entonces la mano blanca y privilegiada del privilegio titubeó y sus ilusiones de ser algo más que un receptáculo se desvanecieron. Así que se pusieron sus mantos de virilidad, sus capas de poder ahora anacrónicas y se abrieron paso al pie de sus dioses blancos muertos. Los soldados de la esclavitud, los violadores, los traidores, ennoblecidos en mármol, los miraban como siempre, como una chusma excitada e ignorante, y se callaron ante sus ruegos de traer de vuelta los buenos viejos tiempos.
Ahora lloran porque aquellos a quienes han abusado tanto, que aún abusan mucho, no respetan la bandera que enarbolan, no veneran su himno harapiento, no sonríen y se chupan los dientes y dicen sí sí massuh mientras están ser baleado en las calles ¿Cómo se atreven a arrodillarse? ¿Cómo se atreven respetuosamente a arrodillarse y negar a sus opresores el derecho a su ilusión? ¿Cómo se atreven estos coones y monos a invocar la determinación silenciosa de MLK? Sin palabras articular. Conmovedor, silencioso, elegante. Cuestionan el honor de un país que permite tal discriminación y exige obediencia. ¿Cómo no es esta la tesis de lo que significa ser estadounidense, ser un patriota? ¿Cómo es que este no es el eco del grito de nacimiento de esta nación, “Dame libertad!” Esta no es la antítesis del patriotismo, es su pináculo. No es solo libertad de expresión, es libertad de expresión en su máxima expresión. Es genial. Nunca se ha generado tanta conversación sin que nadie diga una palabra.
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