Esa es una pregunta realmente compleja porque depende de su sentido ético. La política siempre se ha tratado de equilibrar diferentes intereses. La política es realmente el arte del compromiso. Los dos intereses que chocan con mayor frecuencia son los intereses del público (medio ambiente, salud, privacidad, libertad de expresión, etc.) y los intereses empresariales / corporativos. Durante décadas, las relaciones públicas corporativas han argumentado que lo que es bueno para las corporaciones es bueno para los Estados Unidos, porque a medida que las corporaciones se enriquecen, la riqueza se derramará. Esto ha resultado ser un trato bastante malo. Si hay algo que los ciudadanos deberían aprender, es que las corporaciones no pueden controlarse a largo plazo.
La tendencia general en la política de EE. UU. Desde la administración Reagan ha sido la desregulación (un aflojamiento de las restricciones que fueron diseñadas para evitar una concentración de poder / monopolios, o para proteger el interés público), con el resultado de que los intereses corporativos ahora dominan enormemente el interés del público Algunos políticos están perfectamente de acuerdo con eso. El público no lo es. Hay, sin duda, grupos de defensa del consumidor y otros grupos de presión que representan el interés del público, pero el poder corporativo es inmensamente más poderoso. Lo que es peor, ciertas prácticas inmorales (engañosas) se han convertido en la “nueva normalidad”. Por ejemplo, las corporaciones a menudo financian grupos de ciudadanos falsos para impulsar sus agendas comerciales. Para dar uno de muchos ejemplos, las compañías farmacéuticas financiarán un grupo de ciudadanos que está tratando de combatir la adicción a Internet, pero el apoyo corporativo detrás del grupo permanece oculto y la agenda real es comercializar un medicamento que ayude a una persona a lidiar con la “ansiedad”. Tal comportamiento ahora está tan extendido que es aceptado en los corredores del poder.
La buena noticia es que muchos ciudadanos parecen estar llegando a un punto de ruptura. El electorado está claramente harto y ha expresado su fuerte desaprobación con respecto a la política como de costumbre. La gente quiere un cambio sustancial en lugar de promesas vacías. En ese sentido, puede ser un buen momento para que una persona con valores fuertes ingrese a la política. Mi único consejo es que una vez que ingrese, trate de evitar esos pequeños compromisos éticos que pueden generar ganancias a corto plazo (contribuciones de campaña y cenas agradables) a expensas de la reputación general de uno. Una vez que un político pierde la confianza del público, esa relación nunca puede repararse realmente, o tal vez sí, pero con gran dificultad.
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