La mayor parte de la agitación actual en el Medio Oriente proviene del juego regional de hegemonía entre Arabia Saudita e Irán. Ambos países están invocando la profunda división chiíta-sunita de siglos de antigüedad para promover sus intereses. La rivalidad y la competencia entre SA e Irán por el dominio regional no es nueva y ha sido el factor dominante que da forma a la política exterior de los dos países. La revolución de 1979 en Irán siempre fue vista en Riad como preocupante, amenazante y exacerbando aún más la situación, quienes estaban al frente de los asuntos en Teherán no ocultaron la exportación de la revolución iraní a los países vecinos para extender su influencia y este factor ha sido hasta ahora el eje de su política exterior. Para frustrar los diseños iraníes en la región, Arabia Saudita ayudó al ex Saddam Hussain a librar una guerra contra Irán y detener su creciente influencia. Tampoco dejó piedra sin remover para aislar a Irán en la región y mantener su papel de liderazgo en ME.
La invasión de Irak en 2003 por las fuerzas estadounidenses y el derrocamiento de Saddam Hussain más tarde le dieron una carta de triunfo en manos de Irán para revertir el juego. Un país rico en petróleo con una población significativa, Irak cayó como una presa fácil de Teherán envalentonándolo para acelerar su juego regional de dominación. Apoyó no solo al presidente sirio Bashar Al Assad, sino que también instigó a las tribus chiítas hutíes de Yemen a asaltar la Capital y derrocar el equilibrio de poder imperante. La retirada de Obama de Medio Oriente junto con la asertividad rusa resultante en la región y el acuerdo nuclear con Irán resultó ser el último clavo en el ataúd deslizante de la dominación regional saudita. Todo fue suficiente para generar una tormenta de reacción saudita para frustrar el juego iraní. La ejecución del clérigo chiíta Al Nimr y el corte de los lazos diplomáticos es solo la punta del iceberg debajo del cual se encuentra un volcán de diferencias viciosas y profundas.
Volviendo a la pregunta principal, la reciente agitación en ME en varios teatros y la amenaza de ISIS no pueden abordarse y abordarse sin un entendimiento político y reglas de juego mutuamente acordadas entre SA e Irán. Con los dos países enfrentados y apegados a su propio juego de dominación, Oriente Medio será un completo desastre y con cada día que pase la situación se agravará. Los grandes beneficiarios serán ISIS y Al Qaeda, que serán utilizados como apoderados contra Irán para frustrar su juego en fallas religiosas. La medida fortalecerá a ISIS y Al Qaeda y no hay ciencia de cohetes para entender que va a devolver el fuego a Riad al final. Por otro lado, Irán no podrá cosechar las ventajas del acuerdo nuclear y las nuevas realidades geopolíticas en Medio Oriente a menos y hasta que no aísle el sabor revolucionario de su política exterior para la dominación regional. Entonces, si las diferencias siguen siendo las mismas y no disminuyen en el futuro cercano, el pueblo de Siria, Irak y Yemen tendrá que soportar la peor parte del juego regional de dominación durante mucho tiempo.
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