No se especifica explícitamente en la Constitución: la única referencia explícita al papel del Presidente de la Corte Suprema es presidir la destitución (“Cuando se juzga al Presidente de los Estados Unidos, el Presidente de la Corte Suprema presidirá”), pero en la práctica, una vez El título de Presidente del Tribunal Supremo ha sido otorgado, permanece con el titular siempre y cuando mantengan el asiento en la Corte.
Si lo piensa lógicamente, socavaría la separación de poderes si el Presidente pudiera cambiar a los jueces principales fuera del proceso de nombramiento regular, porque el Presidente de la Corte es el jefe administrativo del tribunal. El CJ preside la conversación y establece la agenda de las reuniones donde la Corte decide qué casos escuchar, por lo que el Presidente del Tribunal Supremo tiene cierto poder para dirigir la Corte en virtud de qué casos tienen prioridad en esas reuniones. Poner ese poder, incluso un poder sutil, bajo el control del presidente socavaría la independencia del poder judicial.
Además, como señala Tristan Walker, dado que su único deber constitucional explícito es presidir los juicios de juicio político, dejaría ese papel sin sentido si el Presidente del Tribunal Supremo pudiera ser reemplazado; garantizaría que cada presidente eligiera al Presidente de la Corte Suprema más amable posible en caso de que la destitución se convirtiera en un problema.
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