Hay muchos factores, aunque los que probablemente tienen más en cuenta para deprimir la participación electoral de 2016 son:
- La megatendencia a largo plazo de la “desconfianza de las instituciones cívicas y gubernamentales” crea una actitud de “por qué molestarse en votar, no confío en ninguno de ellos” entre algunos votantes registrados (generalmente adultos más jóvenes).
- A diferencia de algunos atributos o comportamientos de los candidatos presentados por los dos partidos primarios, algunos votantes registrados sintieron que el voto de su candidato promovido por el partido era una afrenta a sus valores.
- La frustración de que un lado u otro estaba abrumando por delante y una sensación de privación de derechos, de tal manera que su voz (léase: voto) sería y no podría importar, por lo que se dieron por vencidos.
- Economía pura: muchas personas no tienen trabajos que les permitan tener tiempo libre para votar y en muchos locales más pequeños, el compromiso de tiempo necesario para emitir el voto fue más allá de lo que podían permitirse.
- Creencias personales y desinterés en el proceso de gobierno, falta de educación, falta de deber cívico, falta de interés, creencia de que el resultado, sin importar quién, resultaría en la misma situación.