Si bien cuestiono la referencia a las “guerras estadounidenses” como algo más que unilateral, el extremismo islámico ha crecido como un problema global debido a varios eventos fundamentales:
- La derrota del régimen de Saddam en Irak.
- El aumento de la resistencia armada en Siria contra el régimen de Assad.
- La derrota del régimen de Qadaffi en Libia.
- La expulsión del presidente egipcio Hosni Mubarak.
- La desaparición del régimen talibán en Afganistán.
Esta serie de eventos colectivamente condujo a disturbios sectarios viciosos cuando varias fuerzas se apresuraron a llenar el vacío de liderazgo que convulsionó el Medio Oriente y el sur de Asia. Varios elementos extremistas se apresuraron a explotar el desorden y tratar de imponer su interpretación reaccionaria del Islam en los diversos países que luchan por restablecer el orden.
El primero, por supuesto, fue ISIS, que comenzó como una rama de Al Qaeda. Absorbieron una gran variedad de grupos sunitas descontentos y rápidamente cerraron el control de una parte considerable del norte de Irak y Siria y crearon una cabeza de playa en Libia.
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Pero ISIS no está solo. Un complejo de otros grupos extremistas, incluidas las autodenominadas milicias y organizaciones políticas en todo el Medio Oriente, Afganistán y Pakistán, permanecen activos mientras intentan desestabilizar a los regímenes que luchan por encontrar su equilibrio.
Es importante recordar que en medio de este caos, con la excepción de Afganistán e Irak, el ímpetu por la insurrección se originó con elementos domésticos que recibieron apoyo militar, principalmente cobertura aérea, de los Estados Unidos y sus socios de la Coalición. En cuanto a los dos países anteriores, la intervención extranjera fue realizada por coaliciones multinacionales bajo el liderazgo de los Estados Unidos. En otras palabras, es engañoso describir esta concatenación de crisis como una invención puramente estadounidense. Las operaciones se llevaron a cabo bajo los auspicios de la ONU y la OTAN.
En cuanto a la segunda pregunta, aunque no tengo evidencia de primera mano, me sorprendería que al menos algunos de los sobrevivientes de los ataques antiterroristas no fueran atraídos a tomar las armas. Sé que lo haría. Pero como se señaló, es difícil, si no imposible, establecer una relación directa de causa y efecto basada en evidencia sólida corroborada. Una vez más, sin embargo, no plantearía este problema por completo en la puerta de los Estados Unidos. Muchos países han participado en estas operaciones, incluidos varios en el Medio Oriente, así como los gobiernos de Afganistán, Pakistán y Rusia.