En general no . Ver el artículo de Política Exterior Cuando los dictadores mueren.
En nuestra revisión de los 79 dictadores que murieron en el cargo de 1946 a 2014, encontramos que la muerte de un dictador casi nunca marca el comienzo de la democracia. Tampoco suele derribar el régimen. En cambio, en la gran mayoría (92 por ciento) de los casos, el régimen persiste después de la muerte del autócrata. Las muertes de Hugo Chávez en Venezuela en 2013, Meles Zenawi en Etiopía en 2012 y Kim Jong Il en Corea del Norte en 2011 ilustran esta tendencia. En comparación con otras formas de rotación de liderazgo en las autocracias, como golpes de estado, elecciones o límites de mandato, que conducen al colapso del régimen la mitad de las veces, la muerte de un dictador es notablemente intrascendente.
En otras palabras, la muerte de un dictador ha sido probada por la historia como menos propensa a provocar la democracia que un golpe de estado, una revolución o el dictador que de alguna manera elige tener elecciones libres y justas.
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Hay dos factores principales para esto:
- La mayoría de los sucesores de un dictador no están interesados en la democracia, a diferencia de Juan Carlos I de España.
- Muchos dictadores trabajan duro para asegurarse de que un miembro de la familia, compinche o clon ideológico les suceda; en España, el error de Francisco Franco fue creer que Juan Carlos era un clon ideológico de sí mismo.