La fragmentación y polarización del cuerpo político ha sido habilitada y alentada por una combinación paradójicamente sinérgica de propiedad consolidada de los medios, fragmentación de la audiencia y accesibilidad a Internet.
Cuando se levantaron las regulaciones en los años 80 y 90, comenzó una ola de consolidación impulsada por el capital, exprimiendo la propiedad local de la mayoría de los periódicos, la radio y la televisión. Esto condujo a decisiones más impulsadas financieramente y menos atención al servicio de las áreas locales.
Al mismo tiempo, tuvimos el aumento de los canales de cable de distribución masiva.
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Un resultado de esta consolidación fue un pequeño número de corporaciones que controlaban múltiples puntos de venta en los mercados, los ejecutaban por control remoto desde la sede corporativa y los convertían en vehículos dirigidos a sectores reducidos de la audiencia potencial con la menor competencia posible entre hermanos. Por lo tanto, una entidad, llamémosla Monopolicon-channel tendría una estación de radio AM de “charla caliente” y una estación de FM “Alt rock”, y todo lo demás en el mismo mercado. Estos seguirían sus formatos celosamente para satisfacer los gustos específicos de los públicos autoseleccionados.
Lo hacen también con sus ofertas de televisión por cable, con un alcance estrecho para segmentos de mercado objetivo. Por lo tanto, obtenemos la dinastía Duck.
No mucho después de esta segmentación, aparece Internet, y se vuelve aún más viable trabajar de manera restringida, y los puntos de venta apuntan rigurosamente a sectores demográficos muy, muy estrechos, y obtenemos Breitbart, Drudge, Salon, DailyKos, etc.
Esto amplifica el efecto de cámara de eco de la autoselección, y la parte de “masa” de “medios de comunicación” comienza a salir por la ventana.
Las cosas que uno encuentra que no están de acuerdo con las opiniones preexistentes se descartan más fácilmente como “sesgo de los medios”, y los ataques desquiciados que están de acuerdo con las predilecciones se aceptan como un hecho.
Esto es muy diferente de los días anteriores, donde la mayoría de los medios de comunicación de masas era consumida por casi todos debido a la falta de alternativas, y trabajar para el mínimo común denominador llevó las cosas al centro político.
Diría que una regulación reducida permitió la centralización y el control de la segmentación, y que las mejoras tecnológicas permitieron una mayor capacidad que condujo a la posibilidad de un corte más estrecho. Entre ellos, tenemos medios de comunicación menos compartidos con un atractivo de red amplia, lo que lleva a un discurso cultural y político menos compartido.
Todo eso hace que sea difícil ver la validez en otros puntos de vista, o aceptar compromisos que producirían un progreso en las metas que podrían compartirse.
No podemos culpar a los medios de comunicación ni a Internet, en particular. La “culpa” está en nuestra naturaleza de ser ideológicamente tribal, especialmente cuando estamos bajo estrés.