Buena pregunta, con muchas respuestas posibles. Una respuesta más sofisticada sería que el desorden es el resultado de un complicado juego de intereses, oficinas y ambiciones individuales.
Una respuesta más simple es que las personas son idiotas, especialmente en masa.
Si fuéramos inteligentes, elegiríamos a personas de oficina principalmente en función de los criterios de méritos. Tendríamos congresos llenos de organizadores consumados con ingenieros, abogados y otros especialistas. Estas personas trabajarían principalmente juntas para resolver problemas y probar soluciones, y cosas como los partidos políticos no existirían. Las disputas se resolverían comparando los méritos o mediante referéndums en el caso de cuestiones ideológicas.
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En su lugar, votamos principalmente porque alguien “parece presidencial”, “se atrevió a desafiar la corrección política”, tenía un eslogan pegadizo como “¡cambio!” O representa al partido que siempre apoyamos. Votamos no sobre temas aburridos como “qué sistema médico es más probable que salve mi vida”, sino sobre temas controvertidos como baños transgénero o abortos que pueden reciclarse para siempre en cada ciclo electoral. Votamos por soluciones que tengan sentido para una mente perezosa y simple, terminando con “construir un muro para detener a los mexicanos”.
Nuestros procesos de toma de decisiones simplificados a la hora de votar REQUIEREN que los políticos se centren en temas candentes, marketing y espectáculo en lugar de méritos. Casi todos los aspirantes a políticos que intentan realizar elecciones sobre algo razonable / sustancial son abatidos rápidamente por el electorado.
Entonces, las personas son elegidas a través de ese proceso, que requiere una gran cantidad de maniobras en la trastienda (para ser nominado), dinero en efectivo para el marketing y siempre siempre la pancarta sin sentido del partido. Luego, estas personas toman decisiones importantes mientras son influenciadas por cabilderos que los financian, los líderes de sus partidos, una gran cantidad de grupos de interés, los medios de comunicación y la opinión pública siempre voluble.