Aquí en Australia encontramos aspectos admirables y otros aspectos completamente desconcertantes.
Escribo esto el 19 de enero de 2016, dos años después de que el partido republicano comenzó a buscar activamente nominaciones para su candidato presidencial y un año completo antes de que jurara el próximo presidente. Ted Cruz anunció el 23 de marzo de 2015 convertirse en el primer candidato oficial nominar.
Los estadounidenses pueden pasar dos años decidiendo quién será su presidente. Una vez que finalmente hayan decidido que seguirán siendo Presidente durante cuatro años, suponiendo que no mueran o violen una ley.
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El 14 de septiembre de 2015 me desperté con Tony Abbott como mi primer ministro. Cuando me fui a la cama esa noche, ya no era primer ministro. Un par de docenas de hombres y mujeres (principalmente hombres, seamos honestos) entraron en una habitación y dijeron “La mierda de Tony, vamos a tener a Malcolm en su lugar” y Malcom Turnbull se convirtió en mi primer ministro. Lo mismo le había sucedido a Julia Gillard y Kevin Rudd, quienes tuvieron su tiempo como primer ministro interrumpidos en un día. No hay garantía de que no le pase a Malcolm mañana.
Muchos australianos encuentran este tipo de frustrante.
Pero tampoco envidiamos aspectos de su sistema. Vimos con asombro cómo Donald Trump se encontraba en un podio y se burlaba de un hombre con discapacidad. Hizo una impresión de un periodista con una discapacidad frente a una multitud de personas que lo vitoreaban. En Australia (y supongo que el Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda, etc.) ese sería el final de su campaña. Juego terminado. Se vería obligado a disculparse, pero toda su credibilidad se habría ido y su apoyo moriría en un instante. Si no murió, entonces sus negaciones y mentiras poco convincentes serían suficientes para hundirlo sin dejar rastro. El apoyo de Trump aumentó. Todos estábamos atónitos.
Cualquier sensación de superioridad que podamos sentir sobre el sistema estadounidense siempre puede verse totalmente socavada si un estadounidense se aclara la garganta y dice “¿Quién es su jefe de estado por cierto?” Nos vemos un poco avergonzados y decimos “Una anciana de Inglaterra”.
“¿En serio? Dime Australia, ¿cómo consiguió el trabajo?”
“Su papá murió, así que ella lo tuvo durante sesenta años”
“Y si ella abusa de su poder, ¿cómo la sacas del cargo?”
“No podemos”.
“Entonces me estás diciendo que tu jefe de estado es un extranjero no electo que no puedes sacar de la oficina que consiguió el trabajo porque su madre dice que su padre era un Rey”
“…Sí”
“En ese caso, nunca más podrás criticar al gobierno de otra persona”