Necesitamos libertad de expresión porque hablar sin temor a represalias es precioso. Sin embargo, esta libertad, como todas las libertades, tiene sus límites.
De la misma manera, tiene derecho a estar desnudo en su propia casa, por razones de decencia que la libertad no se extiende a la calle (esta decencia también se perderá pronto).
Puedes insultar lo que quieras y a quien quieras dentro de tu hogar, pero en público, no cometes actos de blasfemia que lastimen los sentimientos de los demás, eso no es libertad de expresión, es maldad, irresponsabilidad y egoísmo. Su libertad termina donde comienza el de los derechos de otra persona.
Afirmar que tienes derecho a blasfemar en nombre de la libertad de expresión es colocarte por encima de los demás y escupirlos desde tu pedestal: eso es arrogante, ignorante, vulgar, incivilizado y salvaje.
La libertad de expresión es hermosa cuando se usa para lograr objetivos nobles que construirán sociedades. Cuando las personas egoístas no pueden domar sus lenguas desagradables y de la maldad se divide como la lengua de una serpiente, eso no es libertad de expresión, es discurso al servicio del mal. Cada órgano tiene derechos sobre ti, el derecho de la lengua es que lo uses con fines nobles.
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